CON LA CÁMARA EN LA MOCHILA
Con motivo del estreno de «Límite vertical» (Vertical limit, 2000, Martin Campbell), una película que recrea (con bastante fantasía todo hay que decirlo) el rescate de unos montañeros atrapados en lo alto de la segunda cima más alta del mundo (el K2, of course), a uno le vienen a la mente una serie de películas que han aprovechado, con mayor o menor fortuna, el poder visual y dramático de las altas cumbres (nevadas a ser posible) en el celuloide.
Lo malo de filmar en la alta montaña es que tanto cámaras como actores deben colocarse en lugares inestables y peligrosos. Lo más usual es rodar los primeros planos y las tomas cercanas de los actores en suelo llano y seguro y luego dejar que sean especialistas en la materia quienes porten las cámaras o se vistan como Sylvester Stallone o Chris O’Donnell y se jueguen el pellejo escalando riscos imposibles.
Ascensiones imposibles
Hablando de imposibles, más de un aficionado a la escalada libre se partió de risa al ver a Tom Cruise en «Misión imposible 2» simulando trepar como un arácnido por una pared vertical a cientos de metros de altura. Claro que el verdadero chiste vino cuando el propio Cruise afirmó que fue él mismo quien lo hizo, sin dobles, trucos ni cables de seguridad. Me gustaría saber qué agencia de seguros aceptó semejante riesgo. ¿Tal vez la misma que se negó a que Harrison Ford pilotara un avión en «Seis días y siete noches» (Six days and seven nights, 1998, Ivan Reitman), pese a que éste tenía título de piloto y un buen puñado de horas de vuelo?. No hay que llevarse a engaño: ninguna superestrella prescinde de dobles, salvo Jackie Chan (si es que lo es).
Partiendo de la considerable limitación antes mencionada (los actores y el equipo técnico normalmente no son demasiado duchos en materia de escalada y aunque lo sean las dificultades de rodar en terreno escarpado son numerosas), bien es cierto que se ha ganado mucho en realismo de un tiempo a esta parte. La creciente necesidad de verosimilitud por parte del espectador ha motivado que la otrora habitual utilización de transparencias o, directamente, decorados de cartón piedra (en los cuales situar a los actores) combinados con tomas reales de montaña, haya dado paso a un cada vez mayor uso de tomas reales en lugares reales, relegando los planos de estudio a aquellos de una gran complejidad técnica.
Ordenador en vez de piolet
Claro que el ordenador ha supuesto también una ayuda considerable al hacernos creer que Stallone escalaba una tremenda pared en «Máximo riesgo» (Cliffhanger, 1993, Renny Harlin) cuando en realidad estaba a un palmo del suelo. Colocar la cara de un actor en el cuerpo de un especialista colgado a 1000 metros de altura tampoco es un gran reto para los genios del Silicon Graphics. Esta tendencia actual de realismo absoluto (eso si, a golpe de pixel en ocasiones) nos hace recordar con nostalgia «primitivas» películas sobre montaña en las cuales los decorados «cantaban» alegremente y veíamos el mismo sendero una y otra vez, la misma roca, etc…